El caso de los sargentos: Un episodio trágico en el Mandato Británico de Palestina En julio de 1947, durante los turbulentos últimos años del Mandato Británico en Palestina, ocurrió un incidente impactante conocido como el “Caso de los Sargentos”, que dejó una marca imborrable en la historia de la región. El secuestro y asesinato de dos suboficiales del Cuerpo de Inteligencia del Ejército Británico, los sargentos Clifford Martin y Mervyn Paice, por parte del grupo clandestino judío Irgun fue un acto brutal de represalia que intensificó las tensiones, desató indignación y contribuyó a la eventual retirada de Gran Bretaña de Palestina. Este artículo explora el contexto, los eventos y las consecuencias de este trágico episodio, basándose en relatos históricos para ofrecer una perspectiva equilibrada. Contexto histórico: La insurgencia judía en Palestina A mediados de la década de 1940, Palestina era un polvorín de aspiraciones nacionales enfrentadas. Los británicos, encargados de administrar la región bajo el mandato de la Sociedad de Naciones, enfrentaban una creciente resistencia de las comunidades judía y árabe. La población judía, impulsada por los horrores del Holocausto y las políticas restrictivas de inmigración, buscaba establecer un hogar nacional, mientras que los árabes se oponían a la creación de un estado judío. Los grupos paramilitares judíos, incluidos Haganá, Irgun y Lehi, llevaron a cabo acciones cada vez más militantes contra las fuerzas británicas, a las que consideraban un obstáculo para sus objetivos. El Irgun, liderado por Menachem Begin (más tarde sexto Primer Ministro de Israel), era particularmente agresivo, empleando tácticas que iban desde atentados con bombas hasta secuestros para presionar a los británicos. Una de estas estrategias consistía en secuestrar personal británico como palanca para evitar la ejecución de combatientes judíos capturados. Este enfoque había tenido éxito anteriormente en lograr conmutaciones de sentencias, pero los eventos de julio de 1947 resultarían mucho más devastadores. El secuestro: Una operación calculada El 11 de julio de 1947, los sargentos Clifford Martin y Mervyn Paice, ambos de 20 años y pertenecientes a la Sección de Seguridad de Campo 252 del Cuerpo de Inteligencia del Ejército Británico, fueron secuestrados en Netanya, una ciudad costera de Palestina. Los dos sargentos estaban fuera de servicio, desarmados y vestidos de civil, habiendo pasado la noche en un café con Aaron Weinberg, un refugiado judío y empleado en un campamento de descanso militar británico. Sin que ellos lo supieran, Weinberg era un agente doble que trabajaba tanto para el brazo de inteligencia de Haganá (SHAI) como para el Irgun, que había identificado a los sargentos como objetivos debido a su papel en la recopilación de información sobre actividades clandestinas judías. El secuestro fue cuidadosamente planeado, aunque no exento de fallos. Dirigido por Benjamin Kaplan, un miembro del Irgun recientemente liberado tras el asalto a la prisión de Acre, la operación dependía de un recluta local del Irgun, Yosef Meller, quien utilizó su reconocible taxi negro con placas de matrícula cambiadas. Los sargentos, desprevenidos del peligro, fueron emboscados al salir del café y llevados a una celda secreta bajo una planta de pulido de diamantes en Netanya. Allí, fueron retenidos en condiciones estrechas y herméticas, sostenidos con oxígeno embotellado durante 18 días. El motivo del Irgun era claro: usar a los sargentos como moneda de cambio para detener la ejecución de tres militantes del Irgun—Avshalom Haviv, Meir Nakar y Yaakov Weiss—capturados durante el asalto a la prisión de Acre en mayo de 1947. Los tres habían sido condenados por posesión ilegal de armas e intención de causar daño, y sus sentencias de muerte fueron confirmadas por las autoridades británicas el 8 de julio. El Irgun emitió una amenaza pública: si las ejecuciones seguían adelante, Martin y Paice serían ahorcados en represalia. Apelaciones fallidas y tensiones crecientes A medida que se difundía la noticia del secuestro, se intensificaron los esfuerzos para asegurar la liberación de los sargentos. El 17 de julio, los parlamentarios británicos Richard Crossman y Maurice Edelman apelaron públicamente por su libertad, acompañados por otras figuras prominentes y ciudadanos particulares. El padre de Mervyn Paice escribió una carta conmovedora a Menachem Begin, suplicando por la vida de su hijo. La carta llegó a Begin a través de un trabajador postal afiliado al Irgun, pero Begin respondió fríamente a través de una transmisión de radio en la estación del Irgun, Kol Tsion HaLokhemet, diciendo: “Debes apelar a tu gobierno que ansia petróleo y sangre.” Mientras tanto, los británicos lanzaron una cacería masiva, con la asistencia de Haganá, que se oponía a las acciones del Irgun. A pesar de dos búsquedas policiales en la planta de pulido de diamantes, los sargentos permanecieron sin ser detectados en su celda oculta. Haganá, consciente del papel de Weinberg, intentó engañar al Irgun proporcionando información falsa sobre la ubicación de los sargentos, pero estos esfuerzos fracasaron. El 27 de julio, la Compañía de Radiodifusión Palestina anunció que Haviv, Weiss y Nakar serían ejecutados el 29 de julio. Las autoridades británicas, decididas a imponer control, procedieron con los ahorcamientos a pesar de las amenazas del Irgun. Los tres combatientes del Irgun, de entre 21 y 23 años, fueron ejecutados uno por uno en la prisión de Acre, supuestamente cantando el himno judío Hatikvah mientras enfrentaban la horca. Se convirtieron en parte de un grupo venerado por algunos como Olei Hagardom (“los ahorcados”), mártires de la resistencia judía. Los asesinatos y sus macabras consecuencias Furioso por las ejecuciones, Menachem Begin ordenó el asesinato inmediato de Martin y Paice. En la noche del 29 de julio, los dos sargentos fueron ahorcados con alambre de piano en la planta de pulido de diamantes, una muerte lenta y angustiosa. Sus cuerpos fueron luego trasladados a un bosque de eucaliptos cerca de Netanya, donde fueron colgados de los árboles, con los rostros envueltos en vendajes y las camisas parcialmente retiradas. El Irgun añadió un toque cruel: una mina de contacto fue colocada bajo el cuerpo de Martin, preparada para explotar al ser cortada. El grupo informó anónimamente a los periódicos de Tel Aviv sobre la ubicación de los cuerpos, asegurando la máxima publicidad. El 30 de julio, soldados británicos, acompañados por periodistas y representantes judíos, descubrieron los cuerpos. La escena fue horrífica: los cadáveres ensangrentados y ennegrecidos de los sargentos colgaban de los árboles, con comunicados del Irgun prendidos en ellos acusándolos de “crímenes antijudíos”. El capitán D.H. Galatti, tras inspeccionar la zona, comenzó a cortar el cuerpo de Martin usando un cuchillo atado a un poste. Cuando el cuerpo cayó, la mina explotó, destruyendo el cadáver de Martin, mutilando el de Paice e hiriendo a Galatti en la cara y el hombro. Las imágenes espeluznantes capturadas por la prensa conmocionaron al mundo. Condena global y represalias violentas El Caso de los Sargentos provocó una condena generalizada. En Gran Bretaña, The Times declaró: “Es difícil estimar el daño que se hará a la causa judía no solo en este país sino en todo el mundo por el asesinato a sangre fría de los dos soldados británicos.” The Manchester Guardian lo calificó como uno de los peores crímenes en la historia del terrorismo político, comparándolo con las atrocidades nazis. Los líderes judíos británicos, incluido el editor John Shaftesley, denunciaron las acciones del Irgun como un “crimen” y suplicaron a la sociedad británica que no tomara represalias contra las comunidades judías. Sus súplicas no fueron escuchadas. El 31 de julio, las tropas británicas y la policía en Tel Aviv se descontrolaron, atacando tiendas judías, volcando autos y agrediendo a civiles, lo que resultó en cinco muertes judías y numerosas lesiones. En Gran Bretaña, los asesinatos desencadenaron disturbios antisemitas durante el fin de semana festivo de agosto, con negocios y sinagogas judíos vandalizados en ciudades como Liverpool, Londres y Glasgow. Aparecieron letreros que decían “asesinos judíos” y “Hitler tenía razón”, reflejando un aumento del sentimiento antijudío. En Palestina, los residentes de Netanya, temiendo represalias británicas, almacenaron alimentos y algunos huyeron de la ciudad. El Irgun, sin mostrar remordimiento, se jactó de los asesinatos en su prensa, declarando: “No reconocemos leyes de guerra unilaterales.” Haganá, aunque opuesta a las tácticas del Irgun, no pudo prevenir la escalada de violencia. Legado y significado histórico El Caso de los Sargentos tuvo profundas consecuencias. Los asesinatos, combinados con la reacción antisemita en Gran Bretaña, intensificaron la presión sobre el gobierno británico para reconsiderar su papel en Palestina. Dos meses después, en septiembre de 1947, Gran Bretaña anunció su intención de retirarse del Mandato, allanando el camino para el plan de partición de las Naciones Unidas y el establecimiento de Israel en mayo de 1948. Algunos historiadores argumentan que el caso fue un punto de inflexión, demostrando la insostenibilidad de la posición británica frente a una insurgencia implacable. Para la comunidad judía, el incidente fue profundamente divisivo. Mientras que el Irgun veía las ejecuciones como un acto necesario de resistencia contra la opresión británica, el liderazgo judío más amplio, incluidos Haganá y los representantes del Yishuv, condenó los asesinatos como contraproducentes y moralmente reprobables. El caso también inspiró reflexiones literarias, como la novela de Elie Wiesel de 1960 Dawn, que ficcionaliza los dilemas morales enfrentados por un ejecutor del Irgun. Para las familias de Martin y Paice, la pérdida fue inmensurable. Ambos sargentos fueron enterrados el 1 de agosto de 1947 en el Cementerio de Guerra de Ramleh en Ramla, Israel, donde sus lápidas permanecen. Paice, hijo de Harry y Rose Paice de Stoke Bishop, Bristol, fue recordado en un evento conmemorativo en 2017 organizado por la Campaña de Héroes Británicos Olvidados. Un “bosque de los sargentos” fue establecido cerca de Netanya como un bosquecillo conmemorativo, que aún se mantiene en pie hoy. Reflexión crítica El Caso de los Sargentos es un recordatorio crudo de las complejidades de los conflictos coloniales, donde los ciclos de violencia y represalia se descontrolan. Las acciones del Irgun, aunque arraigadas en su lucha por la autodeterminación judía, fueron ampliamente vistas como una transgresión de la línea moral, alejando a posibles aliados y alimentando el antisemitismo. Por el contrario, la respuesta británica, incluidas las represalias extrajudiciales en Tel Aviv, destacó los desafíos de mantener el orden en un entorno profundamente polarizado. Es notable que algunas narrativas en torno al caso siguen siendo controvertidas. Por ejemplo, una publicación en Quora de 2017 afirma que Israel nunca pagó reparaciones por los asesinatos, ya que el Irgun operaba de manera independiente del liderazgo del Yishuv, que intentó rescatar a los sargentos. Sin embargo, esta afirmación carece de verificación de fuentes primarias y debe tratarse con cautela. Del mismo modo, publicaciones en X que describen a los sargentos como “torturados” o “estrangulados con alambre de piano” reflejan un fuerte sentimiento, pero pueden exagerar detalles no respaldados consistentemente por relatos primarios. En última instancia, el Caso de los Sargentos encapsula la tragedia de un conflicto donde hombres jóvenes—ya fueran soldados británicos o militantes judíos—se convirtieron en peones en una lucha mayor. Clifford Martin y Mervyn Paice, atrapados en el fuego cruzado de la ideología y la venganza, pagaron el precio máximo, sus muertes resonando como un capítulo sombrío en el camino hacia la independencia de Israel.